[COCO TEEN BLOG]

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La ciudad que me vio nacer guarda en cada rincón un trocito de cada persona que algún día decidió estar a mi lado, pequeños tesoros que el tiempo no ha borrado.
Es algo mágico, cada una de sus calles, plazas, parques, rincones simbólicos, está habitado por pequeñas ninfas custodiadas por musas, que lanzan al viento secretos, los secretos de mis momentos felices.
Su eco llega a mí en forma de recuerdo cada vez que vuelvo a recorrer esa ciudad.
El primer beso, la primera caricia, el primer abrazo a la luz de la luna, cálidas palabras, inocentes carcajadas, un helado compartido, una vuelta en moto, silencios, sonrisas, lágrimas, cafés pendientes, tardes de compras, bromas entre amigas, apuestas, cotilleos, despedidas, bienvenidas, secretos, confesiones, conversaciones, cigarros a medio acabar, promesas, una canción a punto de acabar...pero sobre todo complicidad.
La ciudad sigue en su sitio, pero las circunstancias no. Esconde una gran cantidad de cambios, donde cada uno tiene su pequeña historia, como la última calle que recorrí sin ir de tu mano, las palabras susurradas que se llevó el viento, las amistades que creía eternas, las que siguieron su camino sin decir adiós, las que se han quedado sin yo esperarlo...todo eso ha quedado grabado en estas estrechas calles que dan forma a la ciudad que me vio nacer y que ahora, en cualquier lugar del mundo, me harían recordar cada momento vivido, cada símbolo que hay escondido en ellas, cada una de sus esencias, que me envuelven en dulces recuerdos.
Estoy segura de que pasara lo que pasara, jamás se me olvidarán cada una de sus historias, porque en cada calle hay un trozo de mí, una parte de mi vida y de mi tiempo, y lo más importante, un trozo de todas y cada una de las personas que me han apreciado.

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