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Transparente y a la vez opaco...es un espejo.
En él veo reflejado asco, histeria, ansiedad, miedo, impotencia, apatía, rencor, aburrimiento, un nudo en la garganta, tristeza, añoranza, anhelo de otros tiempos, melancolía, nostalgia, ira, rabia, odio...todo menos felicidad.

Me canso del espejo y miro por la ventana: un cielo gris, nuboso, cubierto de bruma, un viento que sopla con fuerza, el de la desilusión, contra un árbol, el de la esperanza.
La esperanza es un árbol que nace de nosotros mismos y es alimentado por anhelo de deseos e ilusión, desomboca en fuertes ramas con hojas muy, muy verdes, y va creciendo cada día más, pero...qué ocurre con este árbol? Pues que en sí mismo no es real, tapa con un velo la negra realidad, su raíz nace en nuestros sueños, que marchitan con el viento de la desilusión, hasta pudrir sus verdes ramas para desaparecer por siempre jamás...
Dicen que es lo último que se pierde, pero la desilusión también es lo primero que aparece, violentada por el miedo y la oscuridad, que es más fuerte que la esperanza, esa realidad distorsionada que nos engaña y alarga más el tiempo de nuestras decisiones y para qué? Para absolutamente nada, tan sólo para retrasar nuestro destino con la única finalidad de engañarnos a nosotros mismos creyendo en ella...