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Tengo la llave de mi propia cárcel, eso es lo que más me deprime, y sin embargo sigo encerrada en ella, rodeada por un mar de dudas de sabor amargo, encima de la escarpada montaña del miedo. A través de la ventana de la celda veo siempre cómo llueve al despertar, es una lluvia intensa, que se lo lleva todo, hasta mis principios, ladera abajo, hasta perderse en el río de mis sentimientos, esos que un día brotaron de tus labios y que ahora no sé donde poner. Se congelaron en mi cabeza y ahora han formado el río, algún día llegarán hasta el mar, y ese día sabré si de verdad me has pertenecido o si fuiste sólo un capricho del destino.
Y cuando siento que ya no puedo más, cuando me invade la culpa, sólo me queda este folio y esta pluma, escribir y escribir, desahogar mi sumiso corazón en aras de conseguir mi libertad emocional. Cumplo condena en esta celda por soñar despierta sin saber elegir un camino ni conclusión, el destino se ha hartado de mí y me ha dejado a mi suerte...Lo malo es que la brújula la perdí por el camino.